Ingenios cerrados, trabajadores desplazados y gremios en lucha
El cierre de los ingenios y sus consecuencias
El decreto de intervención a los ingenios no solucionó la crisis, sino que la agravó. Castrelos citaba a los sectores afectados, entre ellos la Federación Obreros Tucumanos Industria Azucarera (FOTIA), la Unión de Cañeros Independientes de Tucumán (UCIT) y la Federación de Empleados de la Industria Azucarera (FEIA), quienes reclamaban la revisión de las medidas.
El cierre de cada ingenio dejaba sin empleo no solo a los obreros estables, sino también a los trabajadores temporarios, obreros del surco, comerciantes y productores cañeros. La FOTIA advertía que la medida afectaría a más de 16.000 personas, muchas de las cuales no tendrían otra alternativa que abandonar la provincia en busca de nuevas oportunidades.
El gobierno, en su afán de reestructurar la industria, impuso condiciones que fueron rechazadas por los sindicatos. Un artículo en la ley de intervención exigía que los trabajadores aceptaran ser reubicados en otras actividades para recibir asistencia económica. FOTIA denunció esta disposición como inconstitucional y la calificó de “trabajo forzado”, ya que vulneraba la legislación laboral y ponía en riesgo la estabilidad de las familias afectadas.
El poder de los “Varones del Azúcar” y la ausencia de una reforma agraria
En su crónica, Castrelos recogía las críticas de la UCIT, que denunciaba la desigualdad estructural del sector azucarero. Mientras miles de obreros y productores cañeros veían desaparecer su sustento, los grandes industriales mantenían sus privilegios. “Sin reforma agraria no se puede hablar de reestructuración”, advertía la FOTIA en un memorial enviado al presidente Onganía.
La organización sindical exigía que se investigaran las deudas de los ingenios con el Banco Nación y que se planificara una diversificación industrial para evitar la dependencia exclusiva del azúcar. También se reclamaba la expropiación de tierras improductivas en manos de los “Varones del Azúcar” para distribuirlas entre los trabajadores del sector. Sin embargo, el gobierno habría ignorado estos pedidos y habría mantenido intacto el sistema de poder que beneficiaba a los grandes terratenientes.
Cavilando sobre el tema después de mucho tiempo cabe destacar que, entre 1960 y 1970, muchos de los ingenios no estarían en manos de los denominados “Señores del Azúcar”, sino que habrían pasado a ser administrados por el Banco Nación debido a crisis financieras y endeudamiento de los antiguos propietarios. Este detalle agrega una capa de complejidad a la problemática, ya que la toma de decisiones no recaería solo en empresarios azucareros, sino también en entidades financieras estatales.
Las obras públicas: una solución insuficiente
El gobierno nacional intentó atenuar el impacto social del cierre de los ingenios con un plan de obras públicas que incluía la construcción de canales en el dique El Cadillal. Sin embargo, la FOTIA denunció que estas obras solo beneficiarían a “tres o cuatro familias latifundistas”, sin resolver el problema de fondo. Además, el traslado forzoso de los obreros generaba incertidumbre sobre sus condiciones de vida y trabajo.
La FEIA, por su parte, desmintió la versión oficial que presentaba a Tucumán como “parásito” de la economía nacional. Según la federación, la industria azucarera adeudaba 50 millones de pesos al Estado, pero esta deuda no correspondía solo a Tucumán, sino a todo el sector a nivel nacional. Mientras el ministro de Economía, Jorge Salimei, hablaba de “desequilibrio y caos social”, los trabajadores le respondían que el problema real era la falta de una política integral para la industria azucarera.
Del esplendor de 1910 a la crisis de 1966
El contraste entre el Tucumán de 1966 y el que había retratado Vicente Blasco Ibáñez en Argentina y sus grandezas (1910) era notorio. A comienzos del siglo XX, el escritor español había descrito una provincia pujante, con una industria azucarera en plena expansión y un clima de progreso. Sin embargo, medio siglo después, la situación era otra: pueblos enteros dependientes de los ingenios veían desaparecer su sustento, mientras los trabajadores luchaban por evitar la descomposición social que traía la desocupación masiva.
“Cerrar un ingenio no es cerrar una tienda”, advertía el secretario general de la FOTIA. Aunque también es cierto que cortar el aparato productivo es casi como cerrarlo y casi como una situación difícil de connotaciones Salomónicas. Resumiendo el drama de miles de familias, la historia de la crisis azucarera de 1966 es, en definitiva, la historia de un pueblo que resistió la política de exclusión y luchó sin un mejor norte por su derecho a un futuro digno.
Breve biografía de Oscar César Castrelos
Oscar César Castrelos fue un periodista argentino que desarrolló su carrera en distintos medios de comunicación. En la década de 1960 escribió desde Tucumán para el Periódico Propósitos de Buenos Aires, abordando problemáticas sociales y económicas que afectaban a la región. Su trabajo se caracterizó por una mirada crítica y un fuerte compromiso con la realidad de los trabajadores y sectores más vulnerables.
Fuente
CASTRELOS, O., 1966. La desocupación es el problema. Propósitos. 153. Buenos Aires, 8 septiembre 1966. pp. 3-3.
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Palabras clave
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Por Pablo Félix Jiménez
Periodista Digital | Cultura y tecnología
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