Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), escritor, periodista y político español, visitó Argentina en 1910 y quedó maravillado con la pujanza del país en el marco del Centenario de la Revolución de Mayo. Su visión optimista del progreso argentino quedó plasmada en su libro Argentina y sus grandezas, donde dedicó un extenso capítulo a Tucumán y su floreciente industria azucarera.
Además de su labor como escritor y periodista, Blasco Ibáñez tuvo una intensa relación con Argentina, donde impulsó proyectos agrícolas. Fundó dos colonias: Cervantes, en la provincia de Río Negro; y Nueva Valencia, en Corrientes. Estas comunidades estaban pensadas para albergar inmigrantes europeos, especialmente españoles, y desarrollar actividades agropecuarias en tierras argentinas. Su legado en el país se mantiene tanto en sus escritos como en la influencia que dejó en la visión del desarrollo argentino de la época.
El paisaje de Tucumán según Blasco Ibáñez
Desde su llegada, Blasco Ibáñez quedó impactado por la exuberancia de la provincia. Su descripción combina la riqueza natural con la presencia de los cultivos de caña de azúcar que dominaban el paisaje:
“Todo el que conoce el territorio argentino, al pronunciar la palabra Tucumán ve instantáneamente en su imaginación un panorama de árboles gigantescos, con los troncos ocultos bajo el velo de frondosas orquídeas; risueños jardines, arroyuelos que serpentean en las pendientes de las colinas, naranjos de un verde denso y charolado, inmensos cañaverales de azúcar.”
La riqueza del suelo tucumano y su ubicación estratégica le parecieron elementos clave para el crecimiento del comercio y la producción agrícola:
“La provincia de Tucumán es la gran productora de azúcar. Además, el algodón y todos los frutos de la zona tropical dan en ella magníficos resultados. Su clima, que es el más húmedo del país argentino, hace surgir del suelo una vegetación propia de las tierras tropicales.”
La industria azucarera como motor del progreso
El autor retrata a Tucumán como un modelo de modernización, donde la caña de azúcar es el principal recurso económico. Describe la actividad de los ingenios y el dinamismo que genera la producción azucarera:
“La campiña de Tucumán parece vibrar con febril movimiento cuando llega la época de la zafra. Los cañaverales tienen las hojas de color de oro. Avanzan por ellos los segadores machete en mano, moviéndolo cadenciosamente y tendiendo a cada golpe un grupo de cañas, que les salpican al morir con el zumo de su sangre blanca y dulce.”
La industria azucarera no solo era un pilar económico, sino también una manifestación del ingenio humano. Blasco Ibáñez destaca la modernización de los ingenios y el uso de tecnología para optimizar la producción:
“Durante ocho meses los campos están cubiertos por el cañaveral, que ondea su esbeltez de verde esmeralda. En los cuatro restantes del año funciona el ingenio, recibiendo, por un lado, montañas de haces, y expeliendo, por el otro, un chorreo incesante de melaza.”
En este contexto, menciona implícitamente al Ingenio Santa Ana y a Clément Hileret, quien introdujo tecnología de punta en la producción azucarera y contribuyó al crecimiento de la región.
Los obreros de los ingenios: Un pueblo laborioso
Blasco Ibáñez elogia la disciplina y el esfuerzo de los trabajadores de los ingenios, quienes vivían en las inmediaciones de las fábricas, formando comunidades organizadas en torno a la producción de azúcar:
“Esta gente procede de diversos orígenes étnicos. Unos son antiguos mestizos de la provincia; otros descienden de las tribus indígenas del Chaco, y en fuerza de acudir a los ingenios en busca de labor, han acabado por adaptarse a los usos de la civilización. Los hay también que proceden de la lejana Patagonia.”
El escritor destaca también su habilidad tanto en el manejo de la caña de azúcar como en el uso de maquinaria industrial:
“En los ingenios llaman la atención por la habilidad con que saben llevar las máquinas y su ligereza manual. Visten como los otros obreros, y únicamente los rasgos fisonómicos recuerdan su origen.”
Tucumán, un modelo de progreso
Para Vicente Blasco Ibáñez, Tucumán representaba un ejemplo de crecimiento económico y modernización dentro de Argentina. Su visión de la provincia estaba marcada por el asombro ante la riqueza natural, la organización industrial y el dinamismo de sus habitantes.
Su descripción de la industria azucarera como un símbolo del progreso argentino es un testimonio de cómo Tucumán se había convertido en el centro productivo del país, gracias a la combinación de tecnología, inversión y el esfuerzo incansable de su gente.
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Bibliografía
BLASCO IBAÑEZ, V., 1910. Argentina y sus grandezas [en línea]. Madrid: La Editorial Española Americana Mesonero Romanos 42. Disponible en: https://archive.org/details/raha_103015.
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