Aprendí junto a mis padres a leerlos. Me enseñaron otras posibilidades, otras realidades tan distintas a las que conocía, otros lugares a los que nunca llegaría, y sobre todo, apuntalaron mi advenedizo espíritu literario.
Ese libro plateado y otros impresos, cada vez que recorro con la vista la sucesión de ejemplares de la biblioteca, me recuerdan a mi Tío, a mi Tío de la imprenta, que me inspirara a través de los 250 Km que nos separa, las ansias de aprender como se hacían los libros. Recuerdo que tenía a maño una revista que se titulaba “Como iniciar un hobby“ donde en la sección “Periodismo Escolar“ se describía a la imprenta a medida del niño que fui, de modo que supe del mimeógrafo, del hectógrafo, del rodillo, del esténcil y la máquina de escribir.
Ahora tengo una biblioteca virtual junto a una de celulosa y me pregunto ¿cuál de las dos me sobrevivirá?, ¿será legible mi documento PDF, dentro de cien o mil años?, se cambian celulares como editores de texto, que cosas, yo por las dudas, trato de tener un respaldo en tinta y celulosa, que tiene la humanidad libros antiquísimos, desde la biblia pasando por Homero, Dante, Séneca, Víctor Hugo, Julio Verne, Voltaire, Goethe, Kafka, Cervantes, y otros, junto a Sabato, Borges, Galeano, Bradbury Ray y tantos otros que forman la biblioteca universal, que seguramente nos sobrevivirán, como el libríto plateado de mi Infancia.
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