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lunes, 25 de mayo de 2009

Mi Tío y la imprenta

De pequeño aprendí a apreciar la expresión escrita, el alma trocada en palabras, que los autores nos han legado a trabes de los siglos, a trabes de las distancias, de los idiomas. Aprendí las partes que dan forma a un libro, a curarlos cuando se enfermaban encuadernándolos, a arroparlos para protegerlos forrándolos.

Aprendí junto a mis padres a leerlos. Me enseñaron otras posibilidades, otras realidades tan distintas a las que conocía, otros lugares a los que nunca llegaría, y sobre todo, apuntalaron mi advenedizo espíritu literario.

Un día, ya lejos, en el pasado, recuerdo que nuestra madre apreciaba, comentaba y nos mostraba un libro impreso en la provincia de Tucumán a 250 Km de Catamarca, donde nos encontrábamos, un libro de tapas plateadas. Ese libro tenía el trabajo de las manos de mi Tío, trocadas en páginas, en tinta, en tapa y contratapa.
Inmediatamente, asocié a mi Tío con Gutenberg, ¡Qué lindo oficio!, cuanto debe el mundo a la imprenta, cuanto se debe a Gutenberg el haberla perfeccionado allá por los años 1400 a 1468 con sus tipos móviles de madera, abriendo el camino de la industrialización del libro, donde mucha gente como mi Tío se gana la vida multiplicando como en un calidoscopio el legado escrito de los hombres. ¿Qué sería el mundo sin el servicio invaluable de la imprenta?, no habría periódicos, no habría revista de gran tirada, con sus coloridas tapas, no habría libros al alcance de la mano, la educación posiblemente no sería masiva, no habría sugerentes almanaques, y faltaría un billón de cosas en las que participa la imprenta.

Ese libro plateado y otros impresos, cada vez que recorro con la vista la sucesión de ejemplares de la biblioteca, me recuerdan a mi Tío, a mi Tío de la imprenta, que me inspirara a través de los 250 Km que nos separa, las ansias de aprender como se hacían los libros. Recuerdo que tenía a maño una revista que se titulaba “Como iniciar un hobby“ donde en la sección “Periodismo Escolar“ se describía a la imprenta a medida del niño que fui, de modo que supe del mimeógrafo, del hectógrafo, del rodillo, del esténcil y la máquina de escribir.

Ahora tengo una biblioteca virtual junto a una de celulosa y me pregunto ¿cuál de las dos me sobrevivirá?, ¿será legible mi documento PDF, dentro de cien o mil años?, se cambian celulares como editores de texto, que cosas, yo por las dudas, trato de tener un respaldo en tinta y celulosa, que tiene la humanidad libros antiquísimos, desde la biblia pasando por Homero, Dante, Séneca, Víctor Hugo, Julio Verne, Voltaire, Goethe, Kafka, Cervantes, y otros, junto a Sabato, Borges, Galeano, Bradbury Ray y tantos otros que forman la biblioteca universal, que seguramente nos sobrevivirán, como el libríto plateado de mi Infancia.

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