Si el olvido llegara,
el mar naufragaría,
Naufragarían las plegarias,
y las plegarias mismas,
llorarían tu ausencia.
Si el olvido.
Dormirían tus sueños,
Dormirían tus pasos primeros,
y dormirían también tus caídas.
Si el olvido.
Dormiría el alba de tu amanecer,
Dormiría tu rebelión,
Dormiría tu levantarte,
y dormiría hasta tus pasos quizás.
Pero si el olvido realmente llegara,
con su túnica negra,
con su frío desprecio,
con su lado más sombrío,
esta pena que hiere moriría,
como el último de los atardeceres,
como el último de los abrazos dados,
como aquel adiós anochecido,
de sueños, de recuerdos idos.
Si el olvido.
Dormiría tu adolescencia,
Dormiría tus amores,
Dormirían tus pasiones,
y dormiría las ambiciones tempranas.
Si el olvido.
Dormiría al héroe del recuerdo,
Dormirían tus sueños,
Dormiría al niño que acunas,
y dormiría tu desvelo más imposible.
Pero si el olvido de verdad llegara,
con su oscura inconsciencia,
con su desdén de invierno,
con su lado más perverso,
esta herida que sangra moriría,
como el último de los atardeceres,
como el último de los abrazos dados,
como aquella plática tardía,
de emociones, de vivencias idas.
Si el olvido finalmente golpeara a las
puertas,
¡Detente! Suplicaría,
Sabes acaso,
que detrás de aquel atardecer, aquel
naufragio,
hay algo que flota,
hay algo que conmueve,
hay algo que de muerto respira,
hay algo que de inmóvil palpita,
hay algo que de ido regresa,
hay algo que de frío despierta,
hay algo que de silencio calla,
hay algo solo que clama en el desierto,
hay algo como lágrimas que no saltan,
hay algo parecido a sueños que
alcanzaran,
como que hay algo que no muere.
Ahí donde el verde pasto se une con la
tierra,
ahí donde el cielo se confunde,
ahí donde las gotas de la lluvia y las
otras se confunden,
ahí donde descansan los tesoros,
ahí donde las manos buscan,
ahí donde todos regresaremos.
Todo eso lo sé.
Sé que el recuerdo precede al olvido,
sé que el cariño precede al abrazo,
como la expectación al nacimiento,
como el júbilo al naufragio,
como la congoja a esta herida abierta
que no sana.
No, no era su tiempo.
Si el olvido llegara,
el mar naufragaría,
naufragarían las plegarias,
y estas plegarias mismas se derramarían
por tu ausencia,
esa ausencia, la más temida, la que va
más allá de los albores,
tu ausencia más definitiva.
Por Pablo Félix Jiménez
Catamarca, Argentina, junio
2014
Dedicado con cariño a
nuestro
† Diego C. Jiménez J.,
marzo 2011
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