Páginas

domingo, 18 de octubre de 2009

El papelero, la revista y una carta perdida

Mientras volvía del cyber-café, pensaba en la charla que había sostenido, unos minutos atrás, con mis amigos, acerca de las vueltas de la vida, de las causas perdidas y de esas recurrentes situaciones de sorpresa que se nos presentan al descubrir, cuanto nos hace falta aquello de que nos hemos desprendido, así como así.

Y recordé, mientras caminaba, que cuando era realmente muy pequeño, miraba a mi Tío el carpintero que se encontraba muy afligido, buscando en su taller, una pieza de madera, resumiendo...

Ese mismo día, a la tarde, hallándome jugando en la montaña de aserrín, encontré lo que en un descuido mi Tío había desechado.

Tomé un taxi y mientras viajaba, me acordé, que ya con más edad, en la escuela, había un receptáculo en el aula para tirar los papeles, famoso papelero, que más tarde compraría para la oficina.

Y luego llegó la escuela de educación técnica, donde, en el taller, conocimos la montaña de virutas de acero, con la que jugábamos, nosotros los alumnos, apenas se formaban como residuo del proceso de labrado en el torno.

También evoqué un recuerdo reciente de mi cuñado. Él hace mucho, cuando iniciaba su etapa laboral, supo trabajar en una fábrica de papel reciclado. En ella, me dijo, llagaban fardos de papeles, de cartones y de revistas, muchas veces encontrábamos revistas nuevas muy interesantes y también muchas veces te encontrabas con cartas leídas y desechadas y también muchas que no habían sido abiertas. Una vez, siguió diciéndome, encontré una carta con una dirección cercana a donde vivía en ese entonces, de modo que... Decidí hacer el trabajo que no había hecho el correo, simplemente la entregue al destinatario...

Resumiendo... Se trataba de una carta perdida, que cayó en sus manos, que luego llego al destinatario después de cinco años, solucionando un malentendido, pero con sabor amargo, porque ya era demasiado tarde para el remitente.

Son nueve pesos, dijo el taxista, aquí tiene, le dije y en lugar de entrar a la casa, me fui a una plaza cercana... Y recapacité en todo lo que tiramos, botamos, desperdiciamos, despilfarramos en el papelero, en el cesto de basura, en el cesto del olvido, en el cesto del extravío, en la papelera de reciclaje, astillas, virutas, de la vida, del pensamiento.

¿Qué compañía ha perdido, qué idea ha traspapelado, qué creyó insignificante? La vida tiene sus vueltas y los pensamientos, por lo visto, también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario