Me adhiero fervientemente a la idea que sostiene que la educación debe ser gratuita en todos los niveles, sin desmedro de la educación paga.
En educación no debe existir la palabra monopolio, mezquindad, debemos ser generosos con aquellos a quien podemos formar, debemos cada uno de nosotros ser transmisores de las destrezas adquiridas, en especial, cuando nos acercamos a la vejez, para que así, no se apague la llama. No debemos confiar ciegamente en las instituciones, por eso, debemos sumar, debemos dejar algo, cada uno, un consejo, una enseñanza, un ejemplo a seguir.
Creo que además se necesita que sea redundante la educación, que los jóvenes tengan el ejemplo de estudio en casa, y solo se puede lograr esto, con un profundo sinceramiento, esto es, que nunca estamos acabados, que tenemos que formarnos toda la vida, por eso, los padres tienen que estudiar algo nuevo constantemente para estimulo de sus pequeños hijos que imitarán algo realmente importante, y en esto en particular, el libro es insustituible, ya sea en papel o en formato digital. El nivel debe ser de lo simple a lo más complejo, porque cuanto más completo
sea el contenido, más esfuerzo obstinado pondremos en alcanzar la comprensión en detalle de lo que ansiamos dominar, de lo contrario, una exposición solo descriptiva, será, creo, más bien a
manera de anécdota y nada más.
Pienso que no es falla no saber, la falla es quedarnos con los brazos cruzados, sin atinar a hacer nada para remediarlo.
Finalmente, las bibliotecas públicas deben tener libros de literatura para aprender un rico lenguaje, y además, libros técnicos, de ciencias exactas, etc. Pues los libros deben ser un instrumento de diversión, formación y también deben ser vistos como una herramienta de trabajo, como lo es una computadora, una pala, un rastrillo.
Que en una humilde morada brille la lectura del inagotable cosmos del saber...
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