Lejana.
© Pablo Félix Jiménez, 2020
Ay. Qué cálida esta luna,
con su calostro de plata.
Alimentando al mundo todo,
con sueños nocturnos escarlatas.
con su calostro de plata.
Alimentando al mundo todo,
con sueños nocturnos escarlatas.
Mientras tanto solitario viajo,
más allá del alba oscura,
donde se pierden las estrellas,
donde maduran las preguntas.
He llegado hasta el frio silencio,
donde muere el vacío ignoto,
donde por estrellas las palabras,
forman versos mitológicos.
He escrutado al cielo de la luna.
He sentido el frío silicio del vacío.
Y mil veces más me he preguntado,
de dónde sale su calidez nocturna.
Si imbuido en las más tristes quimeras,
sólo encontré desolación de trincheras,
cómo barricadas de mundos en la nada,
soledades de vacíos que giran y giran.
En compás, en compás de caravanas de sueños.
Envueltas en la redondez de los mundos.
Han rodado mis penas, tus penas,
bajo el lento, lento titilar de las estrellas.
Porque mi amor ha cruzado al infinito,
buscando sin consuelo el complemento.
Porque morir, morir quisiera, ahora mismo.
Por estar otra vez, aunque sea un momento…
¿Por qué? Aún mi memoria te reclama.
¿Por qué? El insondable cielo te ha llevado.
¿Por qué? Si éramos uno bajo el cielo,
contemplando la luna las estrellas.
¿Por qué? El insondable cielo te ha llevado.
¿Por qué? Si éramos uno bajo el cielo,
contemplando la luna las estrellas.
Ay, amor, Tan lejos has partido.
Ay, amor, que mis súplicas no llegan.
Ay, amor, dónde te esconde la distancia,
de este amor obstinado que no olvida.
Porque esta luna te invoca en los ciclos,
con su cálido calostro, hilos de plata.
Y estas lágrimas, de amor, mis ojos vierten,
buscando en efemérides del alma.
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