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miércoles, 28 de octubre de 2015

El alma de una brisa, Pablo Félix Jiménez, poesia

El sol revienta la tarde,
el césped, el mármol, la vida, lo eterno.
Casi todo el bullicio ha cesado.
Queda solo el alma de una brisa

No sé por qué en esta tarde detenida.
No sé por qué el recuerdo se abre cuán una herida.
De ayeres mejores que amanecían.
De tiempos compartidos que no se iban.

No sé por qué en esta tarde de las tardes.
No sé por qué los recuerdo felices se tornan cicatrices.
De pasados que amanecían como promesas.
De tiempos de compañía que creíamos eternos.

No sé por qué en esta tarde de las tardes yo te evoco.
No sé si el sol, el césped, el mármol, tienen vida.
Yo solo descreo que algo en este mundo pueda.
Trocar esta tarde en nueva vida.

Yo no sé por qué creímos en lo eterno.
Yo no sé por qué no fuimos precavidos.
Yo no sé por qué no nos despedimos.
Yo no sé por qué no elegimos el olvido...

Yo no sé por qué el sol nos dio amaneceres.
Yo no sé por qué no insinuó aquella tarde.
Yo no sé por qué no insinuó aquella noche.
No sé, de partir, de fuga, de olvido.

Como si todas las tardes anochecidas.
Como si todas las penas apretujadas.
Como si todas las congojas todas.
Vinieran con la sorpresa de una garra.

Yo no sé por qué el sol revienta la tarde.
El césped, el mármol, la vida, lo eterno.
Casi todo el bullicio ha cesado,
queda solo el alma de una brisa. Y...

Yo no sé por qué mi alma espera ese milagro,
al ver la vida del césped junto al mármol,
como si todas las esperanzas del mundo se cifraran
en el alma de una brisa.
Por Pablo Félix Jiménez
Catamarca, Argentina, octubre 2015
Dedicado con cariño a nuestro

† Diego C. Jiménez J., marzo 2011
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