El sol revienta la tarde,
el césped, el mármol, la vida, lo
eterno.
Casi todo el bullicio ha cesado.
Queda solo el alma de una brisa
No sé por qué en esta tarde detenida.
No sé por qué el recuerdo se abre
cuán una herida.
De ayeres mejores que amanecían.
De tiempos compartidos que no se
iban.
No sé por qué en esta tarde de las
tardes.
No sé por qué los recuerdo felices se
tornan cicatrices.
De pasados que amanecían como
promesas.
De tiempos de compañía que creíamos
eternos.
No sé por qué en esta tarde de las
tardes yo te evoco.
No sé si el sol, el césped, el
mármol, tienen vida.
Yo solo descreo que algo en este
mundo pueda.
Trocar esta tarde en nueva vida.
Yo no sé por qué creímos en lo
eterno.
Yo no sé por qué no fuimos precavidos.
Yo no sé por qué no nos despedimos.
Yo no sé por qué no elegimos el
olvido...
Yo no sé por qué el sol nos dio
amaneceres.
Yo no sé por qué no insinuó aquella
tarde.
Yo no sé por qué no insinuó aquella
noche.
No sé, de partir, de fuga, de olvido.
Como si todas las tardes anochecidas.
Como si todas las penas apretujadas.
Como si todas las congojas todas.
Vinieran con la sorpresa de una
garra.
Yo no sé por qué el sol revienta la
tarde.
El césped, el mármol, la vida, lo
eterno.
Casi todo el bullicio ha cesado,
queda solo el alma de una brisa. Y...
Yo no sé por qué mi alma espera ese
milagro,
al ver la vida del césped junto al
mármol,
como si todas las esperanzas del
mundo se cifraran
en el alma de una brisa.
Por Pablo Félix Jiménez
Catamarca, Argentina, octubre 2015
Dedicado con cariño a nuestro
† Diego C. Jiménez J., marzo 2011
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